El 13/01/2022 se publicó un artículo de opinión del Dr. Xavier Fàbregas en el diario Mundo Deportivo en el que habló sobre la depresión, como experto en adicciones y salud mental.
Repasando estos días diferentes fuentes sobre la incidencia de la depresión y el aumento de los diagnósticos desde la pandemia, todas señalan que se ha disparado a niveles nunca vistos.
La creciente preocupación y conciencia sobre la importancia de esta patología, asociada al incremento de suicidios, bajas laborales o consumo de medicamentos parece indicar que es ahora el momento de la historia en el que la depresión se ha convertido en la reina de las patologías mentales. Ya entre 2007 y 2011 la atención primaria detectó un aumento del 10% en trastornos de ansiedad y depresivos, lo que se interpretó como consecuencia de la crisis económica, el desempleo y la dificultad para hacer frente a las hipotecas. Asimismo, la revista médica The Lancet publicaba en otoño de 2021 que la depresión había aumentado un 28%, afectando sobretodo a las mujeres y a la gente joven.
Parece que la depresión es un azote de los tiempos modernos, aunque no tengamos datos estadísticos de como afectaba a los neandertales, a los trabajadores de las pirámides egipcias, a los enfermos de peste medievales o a los soldados de Napoleón en la campaña de Rusia.
Para ilustrar el hecho de que la depresión es una enfermedad que nos ha acompañado a lo largo de la historia y para hacer algo más llevadero el aluvión de calamitosas noticias sobre su imparable e imponente presencia en nuestro día a día, me gustaría hacer una disquisición sobre las fascinantes teorías de los primeros sabios que describieron esta enfermedad, las cuales emanan un trasfondo poético en la forma en la que los antiguos clasificaban las enfermedades.
En la Grecia clásica, Hipócrates de Cos (Siglo V a.C.) describía las enfermedades como desequilibrios entre cuatro líquidos corporales (los humores): sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla. Se ordenaban según dos características en dos ejes: caliente/frío y húmedo/ seco que, según se combinaban, determinaban el tipo de humor. Estaban relacionados con los elementos aire, fuego, tierra y agua que según los primeros filósofos eran el origen de la materia (más concretamente Empédocles).
El origen de la desarmonía de los humores provenía, según Hipócrates, de los desordenes dietéticos, el clima, la respiración, las emociones internas y los venenos.
Los tratamientos que podían solucionar estos excesos eran, sobre todo, la dieta, el ejercicio físico, las sangrías y las purgas. La expulsión del exceso de humores mediante el sudor, el vómito, el sangrado con las temibles sanguijuelas o las lancetas y las otras formas de eliminación de los líquidos sobrantes fueron durante muchísimos años el principal objetivo terapéutico.
Galeno de Pérgamo, médico romano del siglo II d.C relacionó la teoría hipocrática con cuatro temperamentos o maneras de ser que se utilizaron a lo largo de los siglos para describir y clasificar a las personas:
Como divertimento para estos momentos oscuros de Ómicron propongo lo que hoy solo es un juego pero que formó parte de las técnicas diagnósticas de los médicos hasta finales del siglo XIX y que determinaba los tratamientos a aplicar. ¿Podrías clasificarte y clasificar a tus conocidos en alguno de estos temperamentos? El resultado no comporta la prescripción de un tratamiento de sanguijuelas.